Pisadas de uno de todos los perros que seguro que me perseguía, en la Playa de las Peñitas.
Cerca, se encuentra la Isla de Juan Venado. Formando un estero con la desembocadura del río Chiquito y la Loma, se da la vegetación del mangle.
Por primera y supongo que última vez en mi vida, estuve dentro de un manglar.
Fui porque mis compañeras debían hacer un estudio de campo para ver cuántos de los ejemplares habían sido dañados por el huracán Alma.
Fue toda una experiencia, al principio desagradable (hay un montón de barro, hace un calor de muerte, el agua, las raíces que me clave...). Pero depués vi el esfuerzo que había hecho y bueno, pienso que valió totalmente la pena.
3 comentarios:
Me gustan las huellas. Sobre los manglares, nunca digas que no volverás. Es emocionante, jo.
Abrazo
MAngle, Man!
Y su madre aquí, ignorante total...¡La procesión va por dentro! Pero esta experiencia o se vive a su edad o ya no se vive.
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